miércoles, 7 de diciembre de 2011

Ojo por ojo


Tras una vida dedicada única y exclusivamente a sí mismo, al desenfreno, a la lujuria, a las drogas  y al disfrute personal en general, en la que no consideró al prójimo lo más mínimo,  Ronnie, decidió que no podía abandonar este mundo sin realizar una buena acción. Una buena obra  que le redimiera de sus pecados. En un acto de generosidad sin precedentes en su vida, resolvió, una vez falleciera, donar todos sus órganos a la ciencia.  De este modo creía compensar de alguna manera todos los hechos cargados de egoísmo que habían inundado su vida y así irse al otro barrio tranquilo y despreocupado. ¡Siempre igual Ronnie!

El cardenal Ángelo Benedetti  era profesor de antropología teológica en el instituto Juan Pablo II de Roma (Ciudad del Vaticano). Su vida estaba completamente dedicada a dar a conocer el plan de Dios sobre el matrimonio y la familia y su proyección en la vida y la sociedad. Pero fue en el año 1999 cuando se le diagnosticó una grave enfermedad ocular que poco a poco lo precipitaría a la invidencia total, lo cual, mermó notablemente sus funciones dentro del instituto. Los médicos consultados por Benedetti no creían que su problema tuviese solución, así que la resignación parecía ser la única salida.
Un buen día Benedetti escuchó en un programa de radio matinal que en la universidad de la ciudad de El Hoyo se estaban realizando trasplantes completos de ojos con gran éxito. Sin dudarlo un segundo se puso en contacto con el dr. Dowab, director de dicha universidad, y viajó lo antes posible a aquella desconocida ciudad para ser intervenido. Un atisbo de esperanza parecía asomarse en la vida del cardenal. Si todo salía bien pronto podría llevar una vida normal y volver a dar clase, y si no era así, ya no había nada que perder.

La operación duró cuatro horas y media siendo los resultados inmejorables según el equipo técnico del hospital. Durante varias semanas Benedetti no pudo comprobar el éxito de la operación a causa de los vendajes que debía de llevar, pero pronto podría verificarlo. Y así fue.
Sor Socorro quitaba con gran cuidado el apósito cuando la cara del cardenal se iluminó. Un rayo de luz se colaba tras el vendaje evidenciando que todo había salido bien. Benedetti lloró durante horas de la emoción y no se cansó de dar gracias a Dios y al dr. Dowab por haberles devuelto la vista.
Todo parecía trascurrir de un modo normal de nuevo. El cardenal recuperó el 100% de su visión y, en cuanto le fue posible,  retomó las clases en el instituto Juan Pablo II.
Una mañana de abril, durante una de sus clases, dos meses después de la intervención, Benedetti percibió algo extraño. Unas pequeñas amebas de colores irrumpieron en su campo de visión durante unos segundos. El cardenal atribuyó a un efecto óptico dicha percepción sin darle más importancia, pero cada vez estas alucinaciones fueron más habituales y exageradas. Por momentos parecía estar inmerso en una suerte de noria caleidoscópica sin fin y sus pensamientos parecían estar dirigidos por el mismísimo Satanás. En alguna de sus clases creyó ver orgías homosexuales así como furcias del diablo tentándole con armas lascivas. Por las noches los sonidos de la calle se tornaban en una especie de música ensordecedora llamada rock and roll. El frenazo de un coche se convertía en una ola eléctrica a lo Dick Dale, el bullicio de la calle se convertía poco a poco en el soul de Solomon Burke y sus plegarias y suplicas al señor, sin saber cómo, sonaban a los Cramps.
“Si no te gusta lo que ves arráncate los ojos” recordó Benedetti. ¡Ahí estaba el principio de sus males! Aquellos ojos debían de haber pertenecido a un ser diabólico cuya vida de pecado había dejado en sus órganos restos del exceso  que ahora el cardenal estaba pagando. Eso debía hacer Benedetti, arrancarse los ojos. Y así lo hizo. En un momento de lisergia incontrolada hundió un cúter bajo las cuencas y extirpó el mal que se había instalado en él provocando que la sangre no dejara de emanar a borbotones desangrándose hasta la muerte.

¡Ronnie! ¡no haces el bien ni queriendo!



domingo, 27 de noviembre de 2011

Evangelio según Ronnie Cuchillo


Corría el año 1995 cuando  Alexia Lake entabló contacto por primera vez con Mensah, un conocido anticuario egipcio, en El Cairo. Fue en un viaje organizado por la Universidad de Clark en la que trabajaba, con la finalidad de estudiar in situ algunas piezas escultóricas pertenecientes al Imperio Medio recién halladas por el gobierno egipcio. Mensah, informado de la presencia en la ciudad de la comitiva norteamericana, se apresuró a presentarse en el hotel donde esta se alojaba con un pequeño muestrario de su colección de antigüedades, la cual pensaba que podría interesar a los profesores americanos y hacer negocio. En ese primer contacto la imagen que los componentes de la expedición se llevaron del anticuario egipcio no fue excesivamente buena, por lo que no le prestaron demasiada atención y, en cuanto pudieron, se deshicieron de él. Alexia, al igual que sus compañeros, también pensaba que era un comerciante de baratijas charlatán pero  tenía un buen presentimiento acerca de él. Además, no parecía ser mala persona, así que, se guió por su instinto y  le hizo entrega de su tarjeta invitándolo a quedar dos días después. Y eso hicieron.
Durante años Alexia y Mensah mantuvieron el contacto, llegando a convertirse en buenos amigos y, aunque los objetos que él no dejaba de presentarle  carecían de valor alguno, quedaban muy bien en el despacho de la facultad. Él siempre pensó que los objetos que Alexia le compraba eran de gran interés científico… ella jamás le sacó de su error.
Pero fue en el año 2006 cuando uno de las “reliquias” que Mensah le mostró llamó fuertemente su atención. Se trataba de un manuscrito de unas treinta páginas escrito en arameo y en el cual se repetían tres nombres: Ron, Judas y Jesús. A Alexia le despertó la curiosidad y se lo mostró a un compañero suyo de la facultad experto en lenguas semíticas y este, tras examinarlo con detenimiento, creyó encontrarse ante uno de los hallazgos más importantes de los últimos tiempos: el famoso evangelio del apóstol perdido, el evangelio según Ronaldo. Tras  realizarle diversas pruebas (carbono 14… ) el texto resultó haber sido escrito sobre el año 300 D.C. Sin duda se encontraban ante un gran descubrimiento. Se trataría por tanto de una copia del evangelio original de Ronaldo.
Cinco años después del hallazgo terminaron los trabajos de restauración y traducción del pergamino,  no pudiendo ser los resultados más sorprendentes. En él se narra la historia de Jesús de Nazaret desde una perspectiva completamente diferente a la oficial, dando especial protagonismo a un personaje prácticamente obviado en el resto de evangelios, Ronaldo de Galilaia y a su relación con Judas y Jesús.
 Según este evangelio Ronaldo era un joven, activo y entusiasta discípulo de Jesús,  de una gran belleza tanto emocional como física con un don de gentes envidiable,  lo que le convirtió en una figura destacada dentro del círculo de personas que giraban en torno al  hijo de Dios. Cada vez Jesús pasaba más tiempo con su joven discípulo llegando a tener una relación muy estrecha con este, prácticamente intima. Ronaldo parecía estar llamado a ser el continuador de la obra de Jesús y poner los pilares de lo que en un futuro sería la iglesia cristiana.  Y todo hubiera sido de este modo si los celos no se hubiesen cruzado en su camino. Judas, enamorado enloquecidamente de Jesús no podía soportar que un niño ocupara el sitio que él creía merecerse. ¿Cómo podía ser que el hijo de Dios sintiera algo por aquel mocoso imberbe? ¿Cómo podía ser que Jesús sintiera algo por aquel niño? ¿Cómo podía ser que el señor delegara el peso del futuro de la humanidad sobre aquel insignificante adolescente? Judas, preso de la envidia, de los celos y de la ira traicionó al señor y lo entregó a los romanos. Ronnie consiguió escapar comenzando un largo viaje que lo llevaría a un lugar llamado Foraminis, en la zona de lo que hoy se conoce como EL Hoyo.

Bueno Ronnie,  ¡por lo menos salvaste el cuello!

domingo, 20 de noviembre de 2011

De el duelo al baile del justiciero:

El calor era insoportable en la ciudad de El Hoyo cuando la hora señalada se acercaba. Era la enésima vez que alguien se batía en duelo por el amor de Guadalupe Vegas pero el nombre del vencedor siempre era el mismo, Látigo Valdés. El hechizo que este malvado cuatrero ejercía sobre la bella Lupita duraba ya varios años gracias a la ayuda de un provecto brujo local. Nada hacía presagiar que el resultado de este nuevo enfrentamiento fuese a ser diferente, pero el nuevo adversario era especial. Era Ronnie Cuchillo.

La hora había llegado y Látigo Valdés se mostraba seguro y sonriente, altivo y desafiante. Ronnie Cuchillo, por el contrario, parecía preocupado, aunque creía contar con el antídoto para deshacer el hechizo: un disparo al corazón con “el cuerno de chivo” de un enamorado. 
La cuenta atrás se hizo eterna mientras la ciudad al completo enmudecía con los corazones  pesados y  agarrotados.  De pronto el sonido ensordecedor de los disparos inundó la avenida principal para, instantes después, vislumbrarse la silueta de Látigo Valdés desmoronarse ante la incredulidad del público. Ronnie había conseguido deshacer el hechizo, pero ahora quedaba una nueva empresa que llevar a cabo: conquistar el corazón de su amada. Para llevar a buen  término la tarea pensó que nada mejor que organizar un baile: el baile del justiciero.

Ronnie había oído hablar  maravillas de una banda de surf instrumental que a orillas del Lérez había conseguido crear una música hipnótica y cautivadora como nunca antes se había escuchado. El baile debía de ser perfecto y ellos tenían que ser la banda. Su nombre era: Pedrito Diablo & Los Cadáveras.
Todo estaba listo para el baile y Ronnie listo para declararse. Era un marco excelente para que una gran historia de amor diera comienzo…  pero algo inesperado sucedió: cuando el sol se disponía a recogerse y la luna reivindicaba su lugar, apareció la banda sobre un escenario móvil recorriendo las calles del Hoyo hipnotizando a todo los habitantes de la ciudad y, como si de Hamelín se tratase, estos siguieron la estela dorada que la banda dejaba a su paso hasta un misterioso lugar llamado Mogambo. Allí el baile fue baile pero lo que debía de haber sido la celebración de la liberación de Guadalupe y el marco ideal para el cortejo de nuestro héroe,  se convirtió en una orgía de rock and roll, peligro y desenfreno. 

  Ronnie nunca acertó a dirigirse a Guadalupe y esta no encontró a su príncipe azul pero hoy es el día que siguen bailando enloquecidos al son de Pedrito Diablo & Los Cadáveras. ¡¡No siempre se gana Ronnie!!

viernes, 18 de noviembre de 2011

El rapto: desgraciados y caballeros

La situación económica de Ronnie y su amigo Zarpas era peor que nunca. En la nevera sólo quedaban restos de lo que algún día fue algo comestible junto con alguna litrona empezada y sin gas, resto de la última fiesta celebrada en su piso, hacía, por lo menos, varios meses. No tenían ningún ingreso regular y las cosas no tenían pinta de mejorar, ni a corto ni a largo plazo, por lo que el ingenio debía de agudizarse o estaban perdidos. Pronto fueron surgiendo grandiosas ideas que tenían como objetivo solucionar el entuerto pero que lo único que conseguían era provocarles la risa, ¡qué risas! pero las risas poco a poco dejaron paso a la desesperación y al desasosiego, y lo que inicialmente parecían ideas descabelladas se convirtieron en verdaderas alternativas de futuro.

David Belafonte era un cantante de éxito que llevaba casi dos décadas coleccionando números uno en las listas de ventas. Sus canciones formaron parte de la banda sonora de la adolescencia de Ronnie y Zarpas (muy a su pesar) así como de la gran mayoría de los miembros de su generación. Les parecía un ser abominable, producto de una sociedad enferma  y culpable de muchos de los nuevos trastornos posmodernos, así que cuando se enteraron de que vendría de vacaciones al Hoyo junto con su familia, la solución a sus problemas se les presentó como en bandeja de plata: secuestrar a alguno de sus hijos adolescentes y pedir un rescate. No podía ser difícil, y además, él era un canalla. Se lo merecía. ¡Qué se joda! pensaron. Por fin una luz al final del túnel.
Tras vigilar a la familia Belafonte durante varios días nuestros protagonistas decidieron que el mejor sitio donde llevar a cabo su plan era la playa de Holland, un paraje paradisíaco que por las mañanas no estaba demasiado transitado y que las hijas de David Belafonte solían visitar.

 Eran las 09:00 de la mañana y Ronnie y Zarpas daban los últimos retoques al plan magistral para el cual sólo necesitaban un poco de cinta americana, un saco de patatas y dos pasamontañas. Una inversión mínima para una recompensa millonaria. A las 10:00 nuestros protagonistas ya se encontraban agazapados tras el puesto de socorro, tan nerviosos como decididos, pero no fue hasta las 11:30 cuando Sofía y Lara (esos eran los nombres de las hijas de su odiado cantante pop) hicieron acto de presencia y fue, poco después, cuando una de ellas se acercó a los servicio instalados en uno de los laterales de la playa, cuando el plan se ejecutó sin ningún problema. El azar hizo que la víctima elegida fuese Sofía Belafonte, una preciosa chica de unos veinte años estudiante de publicidad.
El secuestro duraba ya siete días tras los cuales los raptores no dieron ninguna pista del paradero de la chica ni de cuales eran sus intenciones por lo que la rumorología campaba a sus anchas en los medios de comunicación. Durante estos días sólo le ofrecieron bocadillos de mortadela para comer y agua para beber, lo cual parecía ser parte de algún tipo tortura maquiavélica a la que iba a ser sometida, pero pronto Sofía se dio cuenta de que ellos se alimentaban exactamente igual. Eran unos desgraciados y punto. Ronnie pensó que estaría bien mostrarse un poco violentos para darle credibilidad a la situación y que no se pensara la chica que no iba en serio la cosa. Decidieron ponerle a todo volumen alguna de las canciones de su padre que supuestamente les había amargado la adolescencia en contraposición con alguna de las canciones que, según ellos, “se la ponía dura” a los chavales de su generación, al mismo tiempo que gritaban por un micro consignas a favor del rock y en detrimento del pop. Ellos iban a vengar a una generación a la vez que ponían punto y final a sus problemas. Así, tras “Esclavo de tu amor” sonó “Raining Blood” de Slayer, tras “Corazón roto” sonó “Anarchy in the Uk” de Los Sex Pistols, tras “El boom de tus caderas” sonó  “Sympathy for the Devil” de Los Stones… pero todo cambió cuando nuestros héroes se dieron cuenta de que Sofía se sabía gran parte de  las letras de los grupos que a ellos le gustaban, ¡incluso se sabía las de Brujería!. ¡Dios! ¡esto lo cambiaba todo!. Ella era una víctima de este sistema cruel. ¡Vivió diecinueve años en el sótano del pop!...en el seno de los Frietzels de la música y había conseguido mantener su integridad y recitar “Matando Güeros” de carrerilla. Era una supervivente del rock, una heroína, no había duda.
Tras deliberar el tiempo que dura una cerveza decidieron que debían liberar a Sofía lo antes posible. Podía ser que su padre se mereciera tal castigo, pero ella, desde luego, ya había sufrido suficiente tortura a lo largo de su vida.  Entre los dos juntaron a duras penas algo de dinero para que Sofía  pudiese coger un taxi o hacer una llamada tras liberarla en el centro de El Hoyo. Desgraciados pero caballeros.

Después de todo, el plan maestro para resolver su situación económica no resultó todo lo bien que hubiesen deseado. ¡Hay que seguir pensando Ronnie!.

jueves, 17 de noviembre de 2011

Run Ronnie Run

“Eres muy benévola, mi querida amiga, en pasar por alto estos dos últimos años de mi silencio y escribirme ahora de este modo. Eres más que benévola, Margarita, al preocuparte por la supuesta enfermedad mental en la que crees que estoy inmerso. Terminas la carta con el aforismo "Quienes no sienten que una grave enfermedad les aqueja están realmente enfermos" y opinas que necesito la medicina no sólo para dominar mi mal, si no más aún, para "purificar" de algún modo mi interior. Quisiera contestarte y abrirme de tal manera que pudieras comprender cuál es el estado actual de mi persona y los motivos que me han conducido a dicho estado.

Yo tenía planes, proyectos...deseaba descifrar los jeroglíficos de una sabiduría inagotable y secreta; el arte de los antiguos (Critio y Mesiotes, Fidias y Mirón, Dioscúrides de Samos o Soso de Pérgamo), de Leonardo o M. Angel, de El Bosco o Durero, de Zurbaran o Cotán, de Van Gogh o Gauguin, de Picasso o Braque...  Recuerdo que aquel proyecto se basaba en no sé qué placer espiritual y sensual. Yo deseaba sumergirme en la atmósfera de Leonardo o Velázquez, en el mundo mágico del Bosco o en la perfección de Fidias o en el primitivismo de Gauguin. Quería desaparecer en ellos, alimentarme de ellos y hablar desde ellos con el don de su lenguaje, con el don de su arte. Pensaba recoger las frases más curiosas que hubiese conseguido juntar a través del trato con los hombres y mujeres sabios de nuestro tiempo; y a ellas quería añadir hermosas sentencias y reflexiones, de los antiguos y de los italianos, y de todas las joyas intelectuales que encontrase en los libros, manuscritos o conversaciones...Estaba sumido en una especie de embriaguez, todo me parecía una gran unidad: el mundo espiritual y el mundo material (sin necesidad de demiurgo alguno), el arte y el no arte, la soledad y la compañía.

Pero como si de un plan maquiavélico se tratase pasé de la arrogancia que todo esto provocaba en mí, a un estado de pusilanimidad e impotencia dignos del mismísimo infierno. Primero el decadentismo del lenguaje, tras el cual, vano era expresarse, y más tarde la crisis de credibilidad de la imagen, pasando por el mayor atentado al arte occidental de la historia (tal vez orquestado desde fuera , y alrededor del cual se ha generado un "Muttismo" imperdonable-¿En qué estado ha quedado el arte tras el atentado? ¿en qué se ha transformado su ámbito?, ¿de qué y de quién estamos rodeados?, ¿qué será lo siguiente y quién será el siguiente?....

La fé se encuentra sobre mí como un arco iris, dispuesta a retroceder en cuanto me disponga a acercarme a él. Mi mundo físico no ha corrido distinta suerte, he perdido la capacidad de pensar o hablar sobre ninguna cosa, lo que antes era ingenio y sabiduría se ha tornado delirio y despropósito, y hasta en la conversación familiar en la cual todos los juicios solían ser seguros y locuaces han pasado a ser dudosos y asépticos. La línea más sencilla se plantea ahora cual empresa inalcanzable.

Los chillidos de la muerte, mi querida Margarita, revolotean sobre mí, el principio del fin del lenguaje, el principio del fin del arte...la muerte del artista, del comunicador.

El hecho es que el lenguaje en el que se debería escribir, pensar y crear no es el latín, el castellano o el alemán, el expresionismo o el futurismo, la escultura o la pintura, la video-creación o la instalación, el credo o el Bahabadad Ghita....  es un lenguaje del cual no conozco su código y a través del cual, algún día, en la tumba, en mi pequeña tumba, rendiré cuentas a un juez desconocido.

Y por eso mi querida Margarita no tengo tiempo que perder, lo que deseo por encima de todas las cosas es descifrar ese código mágico que volverá a religarnos con el todo.

Te agradezco de todo corazón tu preocupación y tu inquietud por mi persona. El hecho de que haya dejado de enviar obra a tu prestigiosa galería supongo que le habrá creado grandísimos contratiempos y sobresaltos. Espero hayas podido solucionarlos y sepas comprenderme y perdonarme. Trataré de alejarme de este mundo y de iniciar una nueva vida dedicada única y exclusivamente a la búsqueda de ese código mágico, por lo que os ruego, os suplico, no acudáis en mi encuentro ya que no conseguiríais más que entorpecer mi nueva misión.

                                                                                                                          Siempre tuyo:
                                                                                                                            
                                                                                                                                             Ronnie”


Tras recibir esta carta, Margarita se reafirmó en la idea de que el principal artista de su galería había enloquecido, y tras pensarlo detenidamente, decidió no tomar acciones legales contra él por no haber cumplido la parte del contrato que este tenía con su galería. Ya tenía bastante con su locura, pensaba ella. Por su parte al enviar la carta, él creyó liberarse de un mundo atormentado, agotado y sin futuro, falso, banal y cruel. La carta sería su último contacto con este y ya nada volvería a ser igual.

Ronnie se fue a vivir a las afueras de un pueblo alemán llamado Gruft. Se fue tratando de no dejar ningún rastro que posibilitara su localización, no avisando de su paradero a ningún familiar ni amigo.
 Durante años vivió cual anacoreta dedicado a sí mismo y a su comunión con la naturaleza tratando de encontrar ese lenguaje superior que le haría comunicarse con Dios. En la observación de la naturaleza encontró un gran aliado para su empresa. Todo le llamaba la atención, cualquier insignificante insecto parecía querer decirle algo. Todo formaba parte de un complejo entrelazado de signos que conformarían ese nuevo lenguaje.

Poco a poco el comportamiento de Ronnie fue enrareciéndose. Cuanto más convencido estaba de empezar a comprender ese lenguaje mágico tanto más delirantes parecían sus actos. Creyó llegar a poseer ciertos poderes curativos debido al trasvase de conocimiento que Dios estaba efectuando sobre él por medio de ese lenguaje que Ronnie creía comenzar a entender. Así un día trataba de curar a un invidente del pueblo con friegas de kétchup y pimienta en los ojos u otro realizaba tratamientos de fertilidad con hoola hoops.

En Gruft no tardó en correr el rumor de que un estrafalario y enloquecido personaje vivía en las montañas, lo que hizo que gran cantidad de adolescentes se acercaran para comprobar en directo las peripecias de Ronnie. Los chavales no daban crédito de las locuras de aquel extraño individuo que hablaba de un modo incomprensible y que vestía de un modo extravagante, así que no tardaron en grabarlo en plena acción y subir los videos a la red. Aquellos videos pronto se convirtieron en los más vistos de aquella temporada.

Un buen día un estudiante de arte de la facultad de El Hoyo reconoció en uno de estos videos al famoso artista Ronnie Cuchillo, comunicándoselo a todos sus compañeros de inmediato. La comunidad artística no tardó prácticamente nada en hacerse eco de estos documentos creyendo que se trataba de una nueva propuesta artística del genio de El Hoyo D.F. Gran cantidad de revistas especializadas dedicaron grandes espacios al análisis de esta nueva propuesta artística coincidiendo todas ellas en lo arriesgado, sugerente e interesante de la misma. La vuelta al primitivismo parecía ser una crítica al estado actual de las cosas, la invención de un nuevo lenguaje una renuncia al pasado y una mano tendida hacia el futuro, lo cual se podía comprobar además en el empleo de las nuevas tecnologías para dar a conocer su nueva propuesta. El haber provocado que unas segundas personas fueran las que difundieran el documento, sin tener aparentemente él tener nada que ver, también parecía abrir nuevos caminos en ese complejo mundo del arte. No había duda, nos encontrábamos ante una propuesta revolucionaría que indicará el camino de un nuevo mundo creativo.

Ronnie, ajeno a todo aquel revuelo, seguía solitario en su cabaña de los montes de Gruft tratando de comprender a Dios y de descifrar su lenguaje.

¡Run Ronnie Run! ¡Que el artisteo te persigue!


Gracias Hofmannsthal


martes, 15 de noviembre de 2011

Al comienzo del peligro

A los catorce años, Ronnie y Zarpas (en aquella época todavía era conocido como José Antonio), comenzaron a interesarse por el rock and roll. Lo hicieron  después de ver en casa de los padres de su amigo “el Canadiense” un viejo video BETA que contenía una endemoniada actuación de Jimi Hendrix. Jamás habían visto nada igual, de hecho no se podían ni imaginar que existiera un mundo más allá de su monopatín y su balón, y menos tan salvaje y excitante. ¡Vaya si lo había! No tardaron mucho en convencer a sus padres de que la música lo era todo para ellos y que no serían capaces de vivir por mucho más tiempo sin una guitarra eléctrica. Zarpas, cómo era más conservador y más vago, se decantó por el bajo, ya que pensó  que con cuatro cuerdas ya tenía suficiente para empezar.

Al cabo de unos cuatro o cinco meses aquellos chirriantes y caóticos sonidos del primer día dieron paso a chirriantes y caóticos sonidos que comenzaban a parecerse a alguna canción. Sobre todo cuando antes te ponían sobre aviso de cuál era el tema en cuestión. A los ocho meses reclutaron a una amiga del barrio, Natalia Fender (una chica muy guapa que tenía una guitarra fender. Estos eran motivos más que suficientes para incluirla en el grupo, aunque de batería, por supuesto) y formaron su primera banda: Godfathers of Pleasure. Un nombre con pegada es lo que necesita una buena banda con actitud, y Ronnie, Zarpas y Natalia de eso iban sobrados.

Dos meses después, viendo que ya estaban preparados para dar el gran salto al estrellato decidieron que lo que les hacía falta era un manager. Necesitaban a alguien solvente, con carácter, capaz y con iniciativa, que supiera desenvolverse bien dentro de la burocracia del rock. Y no había nadie mejor en el Hoyo que Montoto, el hermano mayor de Zarpas. Montoto era conocido y respetado en toda la ciudad, tenía solvencia económica (ya que su negocio de venta de hachís iba viento en popa) y sabía quién era Brian Jones.  Él era la persona ideal, no había duda.

Tras su primera reunión sacaron varias cosas en claro: no había que parecer peligrosos, había que serlo. El público no quiere a impostores, quiere a gente peligrosa de verdad que viva al límite lejos de lo convencional. A los dos días Zarpas se convirtió en un fumador empedernido, Ronnie en un bebedor de Jack Daniel’s nato y Natalia… bueno, ella estaba muy ocupada estudiando. Sólo era rockera de fin de semana. Pero, ¡qué coño! ¡tenía una Fender! 
Montoto, cual Kim Fowley, les dijo que debían de actuar en menos de un mes ya que, según él, aquel era el momento propicio para dar la campanada. No había tiempo que perder. Había que buscar un local donde hacer la presentación. Tras recorrer todos los locales de la ciudad con la grabación de uno de sus ensayos y no conseguir apoyo ninguno, los Godfathers of Pleasure se vinieron abajo.  Pero es en estos momentos donde se aprecian  las cualidades de un verdadero manager. Porque un manager además de ser un buen comercial debe de ser psicólogo y confidente, y Montoto, lo era. Consiguió levantarles la moral diciendo que ahora ya tenían un objetivo a corto plazo, que debían demostrarle al enemigo que se habían equivocado, que ellos serían la próxima sensación y que en un futuro tendrían, incluso, que invitarles a birras.
Tenían que ser creativos y buscar una alternativa. Tras deliberar durante el tiempo que dura un kalimotxo decidieron que el sitio ideal sería el salón de la casa de los padres de Ronnie. Sería algo así como el concierto de The Beatles en la azotea. Algo innovador, rompedor y trasgresor. Algo de lo que se hablara durante años. Teniendo en cuenta  que  los padres de Ronnie vivían en un segundo piso de un céntrico piso de El Hoyo, la cosa sí que parecía tener una gran carga de peligro y trasgresión. Sin duda se hablaría del tema.
El sábado ocho de julio fue el día señalado para llevar a cabo el evento ya que los padres de Ronnie se encontrarían, muy probablemente, pasando el día en la playa. Hicieron gran cantidad de posters y flyers aprovechando que la madre de Natalia trabajaba en una copistería, y empapelaron la ciudad.  Se lo pasaron en grande haciéndolo ya que por cada quince carteles que colocaban se bebían ocho cervezas y se fumaban veinte pitillos. ¡Eso era rock del bueno!

Ya había llegado el día y todo parecía marchar sobre lo previsto. Eran las cuatro de la tarde cuando Zarpas, Natalia y Ronnie se encontraban haciendo sitio en el salón para poder montar todo el equipo. De repente alguien llamó al telefonillo. Era Montoto con algo de gente. Cuando este atravesó la puerta del recibidor no parecía ser poseedor de muy buenas noticias. “Chavales, tenemos un problema” dijo.  En los carteles no aparecía correctamente la fecha (algo que años más tarde se darían cuenta que pasa muy a menudo) y no había expectativas de que fuera a haber un sold out. De nuevo los Godfathers of Pleasure se desmoronaron. La rabia y la impotencia se apoderaron de ellos y empezaron a echarse la culpa los unos a los otros. Gracias a Dios Montoto se encontraba allí con sus chavales y volvió a ejercer de manager-psicólogo-niñera consiguiendo, no sé cómo, hacer de aquella fatalidad un buen comienzo. ¡La vida es bella!

Eran las seis de la tarde cuando todo estaba dispuesto para dar comienzo el espectáculo. Los Godfather of Pleasure se encontraban ante doce personas pero como si se tratase de doce mil. Ellos se presentaban ante el mundo y eso era lo importante. En vivo y en directo desde el segundo piso del número ochenta y cuatro de la calle Teodoro Lupi, desde el Hoyo para el mundo, con todos ustedes Godfathers of pleasure!!.

La banda salió al salón del piso sin dejar pasar ningún detalle por alto. Las vestimentas recordaban a unos primeros New York Dolls, las poses a Kiss y los speech entre canción y canción a James Brown. El  sonido era más crudo que el más crudo de los discos editados por Crypt Records pero la energía que desprendían los muchachos parecía anunciar algo grande. Cuando apenas llevaban tocadas cuatro canciones algo interrumpió el show. Un pitido constante parecía salir de alguna parte de la casa. Era el timbre de la puerta que no dejaba de sonar. En plena excitación Ronnie paró la actuación haciendo parecer que aquello formaba parte del espectáculo, algo muy complicado pues se trataba de la vecina del primero quejándose por el ruido. Muy amablemente Ronnie le dijo que bajaría el volumen sin problema pero en cuanto cerró la puerta y se acercó al micro gritó como un energúmeno “Are you ready to fuckin’ Rock n’ roll?” y la “multitud” enloquecida comenzó a berrear. Dos temas más tarde su vecina volvió a subir, esta vez ligeramente más cabreada, pidiéndole por favor que bajara el volumen porque su hija estaba preparando un examen importantísimo de la universidad y que de aquel modo era imposible estudiar. Ronnie le rogó que lo perdonara disculpándose diciendo que con la adrenalina del directo no había podido controlarse y que en aquel mismo instante bajarían el volumen. Una vez hubo cerrado la puerta, este se bajó los pantalones y entró en el salón como una exhalación tocando el riff de Johnny be Good a lo que el público allí presente respondió con gritos y vitores.

El concierto, aunque accidentado, resultó todo un éxito. Una vez finalizado el show  Montoto y sus colegas no dejaron de felicitar a la banda y de invitarles a cervezas que habían traído para la ocasión.
Una hora después los asistentes aún seguían en el piso bebiendo, fumando y algunos follando en alguna de las habitaciones de la casa cuando de nuevo volvió a sonar el timbre. Ronnie se acercó a la puerta completamente borracho dispuesto a meterle un grito a la vecina pero cuando abrió la puerta su sorpresa fue mayúscula;  no se trataba de aquella molesta habitante del primer piso si no de un señor agente acompañado por su señor padre. Los aires de estrella del rock and roll no tardaron en convertirse en vergüenza adolescente y en miedo por la vida. Ronnie tuvo que desalojar lo más rápido posible el piso para acto seguido ir a pedirle disculpas a la vecina. Nuestro rockero no sabía dónde meterse pero supo muy bien trasformar su verborrea macarra en dulces palabras angelicales. La interpretación tampoco se le daba mal aunque en aquel momento le temblaba ligeramente la voz. Una vez pasado por aquel trámite Ronnie pensó que ya estaba todo hecho, pero se equivocaba. Su padre lo metió en el coche y arrancó hacía la playa donde se encontraba el resto de la familia, pero en un momento dado se desvió del camino dirigiéndose hacia el monte. En ese instante a Ronnie le empezaron a temblar las piernas, a caérsele las lágrimas y a ocurrírsele todo tipo de ideas maquiavélicas. Estaba perdido, pensó. Su padre había enloquecido, no había duda. Lo mataría. Cuando hubieron llegado a un descampado lo hizo bajar del coche para después mostrarle un cubo que llevaba en el maletero e indicarle los pasos a seguir para que el coche quedara reluciente. Durante las dos horas siguientes aquella primigenia estrella del rock and roll se convirtió en el lava coches más agradecido del mundo.

Bueno Ronnie, ¿quién te dice a ti que la carrera de Hendrix no empezó de peor modo? Nunca se sabe ¿no?.

lunes, 14 de noviembre de 2011

2024 Buttercat

Ya hacía varios años que Ron trabajaba en un gran proyecto científico con el apoyo de  la famosa empresa Transgenetic Industries Inc. Se trataba de un trabajo que cambiaría para siempre la relación entre el hombre y sus mascotas.  La idea consistía en conseguir el animal de compañía perfecto, esto es, que no hubiera que alimentarle, que no hubiera que recoger sus excrementos, que no soltara pelo, que no hiciera ruidos desagradables… en definitiva, que su amo disfrutara de él  cuando quisiese y que el resto del tiempo no molestara lo más mínimo. Sería el compañero perfecto para celebrities, grandes ejecutivos y sibaritas en general. Un gran negocio, vamos.

Tras años de inmersión en el mundo de la genética, Ron llegó a la conclusión de que la mezcla entre un insecto y un felino, entre una mariposa y un gato, sería perfecta para llevar a cabo su propósito. Si conseguía que el animal resultante tuviera la propiedad de ciertas especies de mariposas que sólo se alimentan en su estado larvario y que tuviera un aspecto similar al de un gato el trabajo estaría encaminado. El proyecto Buttercat estaba en marcha.

Eran las 23:00 de una noche lluviosa de noviembre cuando Ron salía del laboratorio. Decidió ir a tomar algo al bar más cercano y relajarse un poco. Se trataba de una cervecería irlandesa de algún tipo de cadena insulsa, estéticamente cutre y cara (aunque eso era algo que en ese momento de su vida tampoco le importaba demasiado). Allí, después de unas cuantas cervezas, comenzó a hablar con una atractiva chica llamada Lilit que resultó ser compañera en la empresa pero de diferente sección. Congeniaron increíblemente bien por lo que decidieron que debían volver a verse al día siguiente, y así lo hicieron durante meses.
Poco a poco, y casi sin darse cuenta, Ron se fue enamorando de aquella preciosa mujer. Deseaba saberlo todo sobre ella; de dónde era, cómo había transcurrido su infancia, cuáles eran sus inquietudes, quienes eran sus amigos, qué muebles tenía en casa, qué música escuchaba, si usaba zapatillas en casa o iba descalza… no había tiempo que perder. Cada día después del trabajo Ron acudía sin falta a la cita con su amiga; nervioso, excitado y tan feliz como un niño. La aparición de Lilit supuso en su vida una suerte de punto y aparte. Cual ángel llegado del más allá, cómo alguien venido de otro mundo se presentó en su vida para quedarse y ya nada volvería a ser igual. Eso pensaba.

El proyecto Buttercat se encontraba en un momento fantástico ya que no dejaba de evolucionar día a día y es por esto que todos los integrantes del equipo estaban entusiasmados. Los avances en el estudio de los xenotrasplantes (trasplantes de órganos animales a humanos) habían añadido un nuevo ingrediente a la investigación. ¿Y si se pudieran trasplantar ciertos órganos de la mascota a su dueño? Sin duda esto plantearía ciertos problemas  éticos, pero esta nueva relación entre el animal y su dueño, esta especie de comunión mística más allá de la vida, tenía fascinado a Ron y no había nada que pudiera detener su creación. “No se puede detener a la ciencia”, decía.
Tanto en lo profesional como en lo personal todo parecía sonreírle a nuestro héroe. Por fin el trabajo de todos aquellos años estaba dando sus frutos, por fin podría llevar a cabo su sueño y dar un paso de gigante en el mundo de la ciencia, y por fin, había conocido el amor verdadero.

Transgenetic Industries Inc anunció la salida al mercado de la mascota Buttercat con una campaña de marqueting sin precedentes ni en El Hoyo ni en el mundo. La televisión, internet, las vallas publicitarias… todo estaba inundado de anuncios de la nueva mascota. No había nadie que no conociera ya el funcionamiento del nuevo invento. Las mascotas en estado larvario se criarían en unas naves que la compañía había instalado a las afueras de la ciudad y se entregarían a los clientes dentro de diferentes envases diseñados por el prestigioso artista Joseph McDoweld. En estos envases se debería de introducir la mascota una vez fallecida y la propia empresa se encargaría de recogerla para conservar y clasificar los órganos de la misma. Si en un futuro el cliente necesitara un trasplante sólo tendría que comunicárselo a la compañía y consultar la colección de órganos que a lo largo de los años habría acumulado de sus diferentes mascotas. Además de coleccionar los órganos también se podrían coleccionar los envases. Una maniobra comercial maestra. Pero, como no era de extrañar, asociaciones de derechos de los animales, la iglesia… así como gran cantidad de pseudo-intelectuales alzaron su voz en contra de “semejante aberración”.
Ron parecía estar al margen de todo el revuelo que había generado su obra ya que una vez finalizada la investigación había decidido centrarse única y exclusivamente en el amor. Pero, de pronto todo dio un giro inesperado. Lilit comenzaba a comportarse de un modo muy extraño, cómo nunca antes la había visto. Parecía desagradarle todo lo que hacía o decía, todo lo que antes era luz parecía convertirse en oscuridad. Un buen día lo llamó por teléfono citándolo en el mismo bar donde su relación había comenzado, hacía ya casi un año, con la excusa de que tenía que confesarle algo importante. Y así fue. Después de decirle que lo quería como nunca antes había querido a nadie, que no se hubiera podido ni imaginar que de verdad existiera en el mundo alguien tan maravilloso como él, así como todos los cumplidos y halagos imaginables para con su persona … le soltó una perla, bueno, una bomba:
“Ya sé que lo que te voy a decir pensarás que es una locura pero debes  creerme” comenzó. Ron no sabía que pensar pero no se podía imaginar lo que se le venía encima. “Hay cosas que para vosotros son sólo cuestión de tener fé o no tener fé” continuó. Cada vez se encontraba más y más confuso. “Realmente yo no soy humana. Procedo de un planeta llamado  Charade perteneciente a la constelación de Orión. Se trata de un planeta bastante más evolucionado que el vuestro, pero esta no es la cuestión”. ¡Me cago en la puta!, pensó Ronnie. “Entonces ¿Cuál es?” le dijo. “Lo que realmente me tiene intranquila y no deja de azotarme el corazón es el hecho de que yo formo parte de un proyecto científico de mi planeta. Más bien soy el resultado de dicho proyecto. Soy el resultado de la mezcla de diferentes especies de la fauna de Charade con la que se pretendió conseguir  la mascota perfecta.  Cómo te dije, en aquel planeta están ligeramente más evolucionados que aquí. El caso es que hubo una revuelta en Charade y un sector radical dentro de las nuevas mascotas han tomado el control del planeta. Algunos de nosotros hemos conseguido escapar de aquel infierno. Mi misión era avisaros a los humanos  de los peligros de vuestra investigación pero cuando me quise dar cuenta estaba perdidamente enamorada de ti y hasta hoy no me atreví a decirte nada”.

¿Qué?, ¿Cómo te quedas Ronnie?